Comer menos y quemar más calorías no siempre funciona

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Para poder resolver el problema del sobrepeso necesitamos entender cómo funciona nuestro cuerpo. Las dietas basadas en contar calorías han demostrado que estas fracasan en un 99.5 %, y es simple: cuando contamos calorías olvidamos que no todas las calorías son iguales y que no todas las calorías serán utilizadas de la misma manera por nuestro cuerpo. Según esta teoría, una vez que ingerimos alimentos, los reducimos a calorías, que almacenamos en una única forma de reserva energética que emplearemos posteriormente según las necesidades a corto, medio y largo plazo. Pero nuestro organismo no funciona así.

El realidad nuestro cuerpo se rige por un modelo bicompartimental. Según dicho modelo, almacenamos la energía en dos compartimentos de reserva: el glucógeno y la grasa.

  • El glucógeno está constituido por unidades de glucosa (azúcar), se almacena en los músculos y el hígado y es un depósito de reserva de fácil acceso y para emplear en el corto plazo, pero es limitado. Una vez que se llena, necesitamos otro depósito de energía: la grasa.
  • La grasa corporal almacena energía sin límite y la podemos emplear a largo plazo, pero es de difícil acceso.

Estos dos compartimentos son distintos, no se usan a la vez ni de la misma manera. Primero recurrimos a las reservas energéticas almacenadas en el glucógeno y posteriormente, a las de la grasa. Hagamos una analogía: las reservas de glucógeno son tu cocina, es decir, el lugar en tu casa en el guardas la comida. Tienes acceso a ella cada vez que gustes, pero la cantidad de comida que puedas obtener de ahí tiene un límite (y también tiene límite la cantidad que puedas almacenar). Cuando ya no hay más comida en tu cocina debes ir al supermercado para satisfacer tus necesidades. El supermercado es tu tejido adiposo o grasa, el cuerpo va a buscar energía a esta reserva una vez que ya no queda glucógeno. Del mismo modo que ir al supermercado, ir a buscar energía en el tejido adiposo es un trabajo más largo y no es nuestra primera opción. En caso contrario, o a la hora de almacenar, tienes que entender que, como tu cocina, las reservas de glucógeno tienen un límite, y cuando ya no haya espacio almacenaremos energía en forma de grasa corporal, y aquí, no hay límites!

En resumidas cuentas en nuestro cuerpo, cuando se termina el glucógeno (la comida en la cocina) podemos acceder a la grasa (el supermercado). Y la clave para poder acceder a los depósitos de grasa es tener en sangre niveles bajos de insulina, la hormona encargada de introducir la glucosa en las células.

Podemos pasar de un compartimento a otro gracias a los niveles bajos de insulina. De hecho, niveles altos de insulina inhiben el proceso de LIPÓLISIS (lipo – grasas y lisis – descomposición), es decir, el proceso de quema de grasa para ser usada como energía.

¿Cómo mantener la insulina baja?

  1. Ayunar o al menos restringir el número de horas en las que consumimos alimento. Si no paramos de comer, nuestro cuerpo no deja de recibir la señal de que hay que guardar energía y no gastar reservas. Todos los alimentos (aunque sobre todo los hidratos de carbono) elevan la insulina y con ello bloquean el acceso a las reservas de energía y la quema de grasa. Trata de al menos ayunar 12 horas todos los días (dejando 12 horas entre tu cena y tu desayuno), por ejemplo: cena a las 8pm y desayuna a las 8am.
  2. Vigila el consumo de hidratos de carbono y de azúcares simples. No digo que los elimines, pero que estés atento al tipo de carbohidratos que consumes. Mientras menos refinados mejor. Cuando ingerimos grandes cantidades de azúcares, fruta, harinas u otros alimentos ricos en carbohidratos, el páncreas trabaja sin tregua en la producción de insulina. Cuando esos carbohidratos además son de alto índice glicémico (mientras más refinados, mayor el índice glicémico) y provocan elevaciones bruscas del azúcar en la sangre, los picos de glucosa fuerzan al páncreas a trabajar a pleno rendimiento para generar suficientes cantidades de insulina, lo que puede llegar a agotarlo.
  3. Ejercítate! Cuando llevamos a cabo un esfuerzo o realizamos ejercicio, la glucosa debe ser utilizada por nuestros músculos para la obtención de energía. Por ello, deben favorecerse dos procesos: la glucogenólisis y la gluconeogénesis. La acción de la insulina es contraria a estos dos procesos, por lo que esta hormona estará disminuida ante periodos de ejercicio. Además, la realización regular de ejercicio hará que aumente la sensibilidad a la insulina, provocando una necesidad de menores cantidades de insulinemia (insulina en sangre) para el control de la glucemia.

Si necesitas ayuda para empezar con un ayuno intermitente, para controlar tu ingesta de hidratos de carbono o para iniciarte en una rutina de ejercicios, avísame! Estoy aquí para ayudarte!

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